martes, 22 de diciembre de 2009

PALMERINOS POR ÉCIJA



El domingo, 20 de diciembre, el "Sartén de Andalucía" parecía haberse salido en un potente frigorífico. Buscábamos los rayos de sol en las angostas calles de esta hermosa ciudad. El autobús lleno de palmerinos se calentaba con las ocurrencias de Don Miguel, el cura salesiano, el bingo y los vasitos de Pedro Ximenez.
Écija nos esperaba con la silueta destacada de sus esbeltas torres barrocas. ¡Qué hermoso paisaje urbano! Hasta una joven guía, de estupenda voz, toda una organización sin problemas, que nos puso frente a la fachada del Palacio de Peñaflor. En mal estado este bello inmueble, que se curva sobre la serpiente de la estrecha travesía, con un balcón largo y corrido, quizás el mayor por mucho de los que habíamos visto nunca. Habíamos estado ya en esta vieja Astigi, con vestigios antiguos romanos, pero no deja de ser emocionante el reencuentro con las ciudades bellas de Andalucía.
Écija son sus iglesias, conventos y museos, pero también sus palacios señoriales, con mirador como ese que se levanta en la noble casa de Tirado. Eran símbolos nobiliarios, demostración de riqueza y poder. La iglesia de San Juan Bautista tiene sello de Pedro de Silva y Antonio Matías de Figueroa, torre con ladrillos y azulejos azules y hasta con una espontanea chumbera, erguida sobre uno de sus cuerpos más elevados. Iglesia que se quedó, como tantas otras, en un proyecto inacabado pero sí iniciado.
El convento de San Pablo y Santo Domingo, ayer de dominicos, tiene una bella leyenda de la aparición de este Santo, Patrono de la ciudad, a un niño para enviar un mensaje a los habitantes. Y una visita a su Museo de Arte Sacro nos devolvió de nuevo a las calles astigitanas.
La plaza principal, donde destaca su Ayuntamiento y varias casas de tres pisos, porticados sus balcones, miradores privilegiados de la vida y festejos del pueblo. El palacio de Benamejí de espléndida fachada, alberga un museo antiguo con piezas romanas y varias generaciones que pasaron por este lugar, antes y después.
Llegó la hora del almuerzo y la organización de este viaje: la Archicofradía de María Auxiliadora tuvo el acierto de llevarnos a comer a un palacio. El palacio de Santaella, donde dimos cuenta de varios platos, seguido del café de sobremesa. El sitio magnífico, con una soberbia escalera con monumental cúpula e interesantes carpinterías de puertas.
Daba tiempo todavía a entrar en Santa Bárbara y en la Parroquia de Santa María, en cuya puerta yergue monumento blanco a la Virgen del Valle, patrona de Écija y San Pablo.
Caía la tarde en esta campiña del Genil, y nos daba pena abandonar esta bella plaza mayor, que lucía exornos navideños con una artística y popular iluminación. A la vuelta hubo ocasión de escuchar los versos sobre la jornada a cargo de Don Miguel y ¡cómo no! otro bingo que nos hizo el viaje más corto y divertido.
Enhorabuena a los organizadores y especialmente, por su gentileza y atención a Javier Rubio.

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